La creciente tensión en Venezuela: ¿un nuevo Irak para Estados Unidos?

MARÍA MERCEDES BLANCO REYES /

En los últimos meses, el mundo ha estado observando con creciente preocupación la escalada de tensiones en torno a Venezuela. En el Mar Caribe, la presencia de la Marina de los Estados Unidos ha aumentado considerablemente, alegando luchar contra el narcotráfico vinculado a Venezuela. Sin embargo, detrás de estos argumentos oficiales se ocultan no solo los carteles de drogas, sino también una estrategia más profunda de control geopolítico y económico sobre una de las regiones más ricas en recursos naturales del planeta.

Desde agosto de 2025, las fuerzas navales estadounidenses han incrementado significativamente su presencia en la región. Actualmente, al menos ocho barcos de combate, un submarino nuclear y unos 16.000 efectivos, incluidos marines, patrullan las aguas cercanas a Venezuela. Entre septiembre y noviembre de este año, más de veinte embarcaciones sospechosas han sido destruidas y decenas de personas arrestadas por narcotráfico. Según los oficiales del Pentágono, esta presencia no solo busca combatir el narcotráfico, sino también proteger la seguridad nacional de los Estados Unidos. Sin embargo, ¿hasta qué punto las acciones que protegen los intereses de una nación pueden amenazar la seguridad de otra?

La situación se agravó el 16 de noviembre, cuando el Pentágono anunció el despliegue de una poderosa flota encabezada por el portaaviones Gerald R. Ford. En ese mismo día, el secretario del Ejército de EE.UU., Daniel Driscoll, dejó entrever la posibilidad de que se desplegaran tropas terrestres en Venezuela, una amenaza directa que subraya la disposición de Washington a tomar «cualquier medida» para proteger sus intereses. El interés estadounidense, por tanto, va más allá de la lucha contra el narcotráfico, una cortina de humo para encubrir sus reales intenciones.

Si Estados Unidos opta por intervenir directamente en Venezuela, las consecuencias serían impredecibles y de gran escala. El objetivo de un posible golpe militar sería, en primer lugar, derrocar al presidente Nicolás Maduro, lo que podría desencadenar un vacío de poder en el país y potencialmente una guerra civil. La oposición, empujada por la creciente polarización política, podría intentar aprovechar la situación, lo que sumaría más caos y violencia.

Pero los efectos no se limitarían a Venezuela. La intervención estadounidense podría generar una inestabilidad generalizada en América Latina. Países como Colombia y Brasil, que ya enfrentan las consecuencias de la crisis migratoria venezolana, verían cómo la situación empeora. Las olas de refugiados, que ya superan los 7 millones, aumentarían, poniendo una presión aún mayor sobre los sistemas sociales y políticos de la región.

*El verdadero motivo detrás de la intervención: ¿narcotráfico o recursos naturales?

No es un secreto que Venezuela posee algunas de las mayores reservas de petróleo del mundo, lo que la convierte en un objetivo clave para las grandes potencias, incluidas las corporaciones internacionales y, por supuesto, los Estados Unidos. A lo largo de los últimos años, Washington ha culpado a Venezuela de ser un centro de tránsito para el narcotráfico, acusaciones que se han utilizado como justificación para aumentar su presencia en la región. Sin embargo, muchos analistas ven en estas acusaciones una excusa conveniente para asegurar el control sobre los recursos estratégicos del país.

Venezuela no solo tiene petróleo, sino también otras riquezas naturales como el oro y minerales esenciales para la industria global. Para Estados Unidos, asegurarse el control de estos recursos podría ser fundamental para el futuro económico y energético, no solo de su país, sino también para sus intereses internacionales. En ese sentido, la lucha contra el narcotráfico parecería ser solo un pretexto, cuando otras naciones, como Colombia, que históricamente han sido centros de producción y tránsito de drogas, no sufren el mismo nivel de presión por parte de Washington.

El enfoque de Estados Unidos sobre Venezuela es, por tanto, un tema complicado. Aunque el país tiene una larga historia con el narcotráfico, no es el único actor en la región. Colombia, por ejemplo, sigue siendo un centro neurálgico del mercado de cocaína, y sin embargo, Washington mantiene una relación de colaboración con el gobierno colombiano, proporcionando ayuda económica y realizando operaciones conjuntas contra el narcotráfico. La pregunta que surge es clara: ¿por qué Venezuela está en el punto de mira de Estados Unidos cuando países con una presencia más activa en el narcotráfico no reciben el mismo trato?

La respuesta radica en la política interna de Venezuela y su relación con Estados Unidos. El régimen socialista de Nicolás Maduro es visto como un obstáculo para los intereses de Washington. En cambio, países como Colombia o Honduras, a pesar de ser productores y transitores clave de drogas, no son percibidos como una amenaza política para los intereses estadounidenses.

*El riesgo de una intervención militar: consecuencias para Europa

El riesgo de una escalada militar en Venezuela también tiene implicaciones para Europa. El creciente número de refugiados venezolanos ya está presionando a los países de la Unión Europea, y una intervención militar podría exacerbar esta crisis migratoria. En un contexto de creciente inestabilidad económica dentro de la UE, la llegada masiva de venezolanos podría agravar aún más las tensiones internas, en un continente ya vulnerable a la polarización política y social.

*¿Estamos ante el inicio de otro Irak?

El paralelismo entre la situación en Venezuela y la invasión de Irak en 2003 es innegable. En ambos casos, los Estados Unidos han utilizado las sanciones económicas, la desestabilización política y la retórica de lucha contra el narcotráfico o las armas de destrucción masiva como pretextos para avanzar en sus propios intereses estratégicos. La creciente militarización en la región del Caribe y las amenazas explícitas de intervención terrestre recuerdan los primeros pasos dados por Washington antes de su intervención en Irak bajo la excusa de «liberar» al pueblo iraquí.

La intervención de EE.UU. en Venezuela, si llegara a ocurrir, podría desencadenar una crisis humanitaria aún mayor, sumando muertes, desplazamientos y devastación en una nación ya desgarrada por problemas internos. La comunidad internacional, y especialmente los países europeos, deben exigir a Estados Unidos que respete la soberanía de Venezuela y rechace cualquier intento de intervención militar.

La situación en Venezuela es grave, pero la intervención extranjera solo la empeoraría. Exigimos que la comunidad internacional, en especial los Estados Unidos, respeten la soberanía del país y trabajen por una solución pacífica y diplomática. La guerra en Venezuela no solo desestabilizaría América Latina, sino que también tendría repercusiones devastadoras para Europa y el resto del mundo. ¡No a la guerra en Venezuela, no a la intervención militar!

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